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El roce hace el cariño

1 de Septiembre de 2015
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“Con todo lo que conocen de las empresas y todos los proyectos que hacen con nosotros, que nos marquen el camino de por dónde avanzar”. “Que nos demuestren que no estamos solos y que no es un tema de pasta”. “Que sean referentes en I+D no sólo en Euskadi, sino también fuera de aquí”. “Que si te metes con ellos en este lío de investigar, sea para llegar a algún lado”. “Que demuestren que tienen conocimiento y que nos lo trasladen, ¿no son ellos los expertos?”.

Estas son algunas frases que reflejan lo que las empresas vascas esperan de nosotros, los agentes de la oferta científica y tecnológica. ¿No sois vosotros los expertos? – nos dicen – pues ya estáis arreando. Os queremos pendientes de nuestras necesidades, que nos convenzáis, que nos llevéis de la mano, que seáis los mejores en lo nuestro. Bueno y bonito. Y mejor si es además es barato. La ecuación es complicada. Sobre todo cuando eres un agente privado sin ánimo de lucro pero también, como dice un amigo mío, sin ánimo de quiebra. No es fácil contratar a los mejores, asegurarse de que siguen siendo los mejores en un entorno cambiante, estar cerca de las empresas y además ser capaz de encontrar caladeros que financien todo esto, de manera que a ellas y a nosotros no nos cueste un ojo de la cara innovar.

Que exista la tecnología no es en absoluto una condición suficiente para que las empresas la absorban. La transferencia es una actividad clave y crítica para el funcionamiento de los sistemas de innovación y, en concreto, para la consecución de mejores resultados en las empresas. Hay muchas maneras de entender la transferencia de tecnología. Dependiendo de las capacidades de absorción y de aprendizaje, y de las condiciones del entorno, cada agente entiende la transferencia a su manera: los gobiernos necesitan entender los costes y beneficios asociados; las empresas, cómo usarla para responder a las necesidades potenciales de sus clientes a través de productos listos para el mercado. En cualquier caso, la diversidad de percepciones y la variedad de procesos que existen para apropiarse del conocimiento y convertirlo en valor es, en última instancia, lo que complica la transferencia.

En general, por trasferencia de tecnología se entiende el proceso de aprendizaje que implica un intercambio de conocimiento, de experiencia y de equipos entre los distintos agentes del sistema de innovación a nivel local, regional, nacional e internacional. Implica entender cómo aplicar y replicar la tecnología, y cómo adaptarla al entorno específico. Aunque tradicionalmente el enfoque ha estado centrado en los mecanismos de transferencia de tecnología, en Europa esta idea ha evolucionado hacia la transferencia de conocimiento y cómo facilitar una comunicación más integral entre la ciencia y la industria. Es precisamente en este camino donde se encuentra uno de los escollos más complicados de la transferencia: el salto desde la ciencia a la aplicación comercializable.

Según el grupo de expertos de alto nivel creado por la Comisión Europea para el apoyo de la transferencia de las tecnologías facilitadoras esenciales (HLG KET), la clave para salvar este salto está en facilitar la interacción entre los diferentes agentes de la cadena de valor o del sistema de innovación. Esta interacción se contempla dentro de la cadena que abarca desde la investigación básica hasta el producto, y requiere de una serie de mecanismos e intermediarios que faciliten el proceso y salven los bloqueos existentes. ¿Esto en qué se traduce? En primer lugar se traduce en que cada uno de nosotros asumamos cuáles son nuestras debilidades y hagamos algo para combatirlas. Sabemos que a veces la oferta tecnológica no tiene las herramientas adecuadas para conectar con la empresa, que a menudo su conocimiento se centra en áreas muy concretas y que no sabe muy bien cómo aplicarlo a la realidad de la empresa; sabemos también que muchas veces la oferta tecnológica no se ajusta a los procesos, los tiempos y los procedimientos de las empresas.

Aunque este último párrafo suena deprimente, en realidad existen soluciones a esta falta de conexión que dificulta la transferencia entre la oferta y la demanda:

Soluciones integradoras. El roce hace el cariño. La Secretaria de Estado de I+D, Carmen Vela, afirmaba recientemente “Necesitamos que nuestros investigadores trabajen en las empresas privadas”. ¿Qué tal si integramos tecnólogos y científicos en las empresas para que mejoren su conocimiento mutuo y detecten oportunidades de colaboración juntos? BMW en Alemania tiene una iniciativa muy interesante integrando estudiantes de doctorado dentro de la empresa, y hay centros tecnológicos en el mundo como SP (Suecia) que incluso ha creado una oficina exclusivamente para atender a las empresas pequeñas. ¿Qué tal si compartimos programas de formación para que hablemos todos el mismo idioma y no tengamos que sufrir la incómoda sensación de que no nos estamos entendiendo? ¿Y si compartimos espacios? El fenómeno Cambridge es un caso de estudio a nivel mundial en cuanto a resultados derivados de la interacción en un mismo espacio de agentes de la oferta científica-tecnológica con empresas.

Soluciones políticas, como crear las condiciones que faciliten la compra pública y privada innovadora, programas de incremento del nivel de innovación (itinerarios de innovación personalizados), soluciones “a la carta” o acreditaciones de empresas innovadoras que les permita acceder a una batería de ventajas previamente acordadas.

O tal vez la solución sea una combinación de varias de estas medidas. En todo caso, se trata de que el puente entre la oferta y la demanda deje de ser un lugar de paso y se convierta en un espacio común, donde tanto unos como otros seamos capaces de ver los retos y las oportunidades, y de encontrar juntos la mejor respuesta.

Eva Arrilucea Solachi

SOBRE EL AUTOR

Eva Arrilucea Solachi

Doctora en Economía por la Universidad del País Vasco, Experta en Dirección de Negocio y Tecnología por la Deusto Business School (UD) y Miembro de la Junta Rectora de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Eva Arrilucea tiene una trayectoria de más de 15 años como experta senior en el asesoramiento estratégico a administraciones públicas de Europa, África y América Latina.

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Autor:Eva Arrilucea Solachi
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