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La esencia material de los edificios; nuevos retos para una reutilización y reciclaje eficientes

5 de Abril de 2016
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Desde los tiempos clásicos, las diferentes corrientes filosóficas vienen disertando sobre la esencia, definiéndola como aquello que constituye la naturaleza permanente e invariable de los entes. Inspirémonos en el excelso Aristóteles para contextualizar, desarrollar y dar respuesta a la siguiente cuestión; ¿podemos recuperar la esencia material de un edificio?

Los edificios ocupan un lugar fundamental en nuestras vidas. Constituyen espacios cómplices de nuestra actividad vital. En ellos convivimos, trabajamos, nos formamos, producimos o nos sanamos. El BPIE establece que el 75% del parque edificado en Europa se destina a uso residencial, mientras que el 25% restante corresponde a uso no residencial (servicios, industrial, etc). Independientemente de su utilización, los edificios han ido manifestando cada vez más complejidad a partir de la década de los 80 del siglo pasado, como consecuencia de una eclosión de nuevos materiales y sistemas constructivos que se relacionaban y asociaban entre sí.

Con el advenimiento del nuevo siglo, la respuesta a las nuevas exigencias funcionales, habitacionales y normativas se posibilitan merced a la incorporación de materiales, productos y sistemas más innovadores y tecnificados (materiales multifuncionales e inteligentes basados en nanotecnología, integración de sistemas eficientes de generación y distribución de energía, superaislantes...). La gestión de dicha complejidad ha de estar presente a lo largo de las diferentes etapas del ciclo de vida del edificio en aras de optimizar la eficiencia de los diferentes procesos que transcurren en el mismo: desde su concepción, hasta su fin de vida o cambio de uso. La eficiencia será tanto mayor cuanto el diseño primigenio del edificio se conciba con el espíritu de reutilizar elementos o recuperar materiales esenciales en sucesivos ciclos. Se trata así de hacer rotar la esencia material de un edificio en un nuevo edificio, de acuerdo a los nuevos paradigmas y lineamientos de la economía circular.

En la actualidad, se puede decir que la sociedad occidental en general, y Europa en particular, dista mucho de alcanzar dicho escenario de máxima eficiencia en la recuperación de los recursos embebidos en el hecho edificado, lo cual alumbra nuevos retos tecnológicos, logísticos y regulatorios que se han de afrontar de forma interrelacionada en las sucesivas etapas de la cadena de valor. Recorramos de forma ordenada dichos desafíos, así como las oportunidades de innovación subyacentes.

Todo empieza por dotar a los arquitectos de un contexto favorable que estimule el diseño de los edificios previendo criterios de eficiencia de recursos al final de su vida útil. En este sentido, los promotores y arquitectos están llamados a adoptar una mayor incorporación de criterios de ecodiseño en los proyectos de edificación. Entre los diferentes aspectos que se pueden abordar en la etapa de ecodiseño resulta de especial relevancia considerar soluciones constructivas fácilmente desmontables, así como la utilización de materiales con alto potencial de reciclado que se puedan recuperar como nueva materia prima en los sucesivos ciclos constructivos. Lo que es lo mismo, la etapa de ecodiseño ha de anticipar la etapa final y preparar el habitáculo para que sus componentes esenciales se reutilicen o recuperen bajo alta eficiencia de aprovechamiento de recursos.

La reutilización de elementos y sistemas lleva implícito no sólo un ahorro de materiales, sino también un menor consumo energético y por ende, una mayor prevención de emisiones de gases invernaderos. La reutilización implica que el elemento o sistema ha de seguir desempeñando su función primigenia en nuevos ciclos de edificación.

Existió una época en la historia de nuestro país- décadas 40 y 50 del siglo pasado-, en un contexto económico de total autarquía en la que la reutilización era una práctica habitual asumida por negocios dedicados a la actividad constructiva. De hecho, algunas de las empresas de demolición de nuestro entorno cuentan que sus orígenes están estrechamente influenciados por este contexto de necesidad en el cual, hasta el último clavo de una estructura de madera, era objeto de recuperación para nuevos propósitos. ¡Aquello era recuperar la última esencia de la materia! Desde dicha perspectiva, no cabe sino concluir que como sociedad hemos involucionado hacia paradigmas de mayor derroche; especialmente, en el período comprendido entre la década de los 90 del siglo XX y primera década del XXI. Una nueva era de estrecheces económico-sociales junto con pronósticos apocalípticos de alteración del equilibrio natural del Planeta, provocan que miremos hacia modelos de producción de consumo más eficientes y responsables. La concepción de componentes reutilizables abre nuevas oportunidades de innovación para los fabricantes de productos de construcción. Contribuyen de forma determinante a la generación de riqueza y empleo en Europa tal y como esbozaba José Antonio Chica.

Pasarán años hasta que la sociedad vea, como práctica habitual, el desmontaje de edificios y ensamblaje de los diferentes sistemas en nuevos hechos edificados. Hasta entonces, se han de promover, desarrollar e implantar otras soluciones que extraigan el máximo valor de sus materiales. En ausencia de unas condiciones óptimas que posibiliten una deconstrucción o desmontaje de un edificio, el sector debe contemplar, en la etapa de fin de uso, procesos de demolición inteligente que se erijan como piedra angular para clasificar y predisponer ingentes volúmenes de materia prima para una recuperación de materiales de máxima pureza a un coste efectivo.

Las administraciones europeas más avanzadas en materia de gestión de residuos llevan tiempo desarrollando e implantando instrumentos regulatorios que obliguen al sector a clasificar en origen. Con todo, durante la etapa de inventariado de los materiales contenidos en un edificio, previo paso a la demolición surgen dificultades para identificar, cuantificar y diseñar la estrategia de valorización más viable para cada uno de los potenciales materiales presentes en el espacio a derribar.

La trazabilidad de los procesos que ha ido sufriendo un edificio no ha sido una práctica habitual en el pasado. En esta nueva era, cada vez es más extendida la metodología y herramientas de “Building Information Modeling-BIM” en la etapa de diseño con el fin de recopilar, almacenar y gestionar datos e información relevantes durante las fases ulteriores de construcción, uso, mantenimiento y cambio de uso; sin embargo, el BIM no se está utilizando en la fase de fin de vida de los edificios. Sobre los mimbres de esta metodología BIM están surgiendo iniciativas innovadoras como el proyecto europeo HISER donde se está creando y desarrollando un módulo innovador, bautizado como BIM Smart Demolition. Éste está dirigido a optimizar la cuantificación y toma de decisiones de opciones y trazabilidad de la gestión de materiales en edificios ya existentes cuyo fin de vida llega en el momento actual.

Una vez segregados los diferentes flujos materiales en obra aún no hemos alcanzado la esencia última del material dado que un porcentaje considerable de dichas corrientes debidamente separadas están constituidas por materiales compuestos, tal es el caso del hormigón, los compuestos de cartón-yeso, sistemas de espumas de aislamiento adheridas a otros sustratos materiales, etc. Ante esta tesitura, se requiere tecnología avanzada y de coste efectivo que garantice la liberación de los constituyentes funcionales de cada una de las corrientes. Diferentes tecnologías se están adaptando e integrando para asegurar la máxima pureza y calidad de los diversos materiales finalmente recuperados. Entre otras, cabe destacar tecnologías de identificación por color, infrarrojos, láser, multiespectral, electrofragmentación, microondas o tecnología ADR. La combinación de dichas tecnologías junto con procesos convencionales de machaqueo y cribado está llamada a obtener áridos reciclados más puros, nuevas micro y nanoadiciones, nuevo mineral de yeso o micro y nanofibras de refuerzo para diferentes aplicaciones constructivas. Llegados a este punto de máxima eficiencia podemos habernos acercado a esa esencia sobre la que preguntábamos al principio.

Una mayor calidad y homogeneidad de la materia prima recuperada a coste efectivo se erigen, por sí mismas, como garantes de un cierre de ciclos de mayor valor añadido. No obstante, para estimular que la rueda tome inercia, las administraciones están desarrollando nuevos instrumentos: decretos específicos, pliegos de compra verde, proyectos demostración de economía circular que apoyen el lanzamiento de productos verde a mercado o mecanismos fiscales de apoyo al consumo de productos verdes en construcción. Los organismos de normalización, adicionalmente, tienen la tarea de adaptarse de forma rápida a los nuevos tiempos, impulsando normas más actualizadas que contemplen materiales reciclados. Finalmente, la propia sociedad, a través de sus hábitos de consumo más responsables ha de inducir mayor demanda de edificios que hayan sido construidos considerando una alta eficiencia en el uso de los recursos.

A estas alturas del razonamiento tenemos claro que todavía tenemos que evolucionar mental y tecnológicamente para alcanzar la recuperación de la verdadera esencia del edificio y hacer que la rueda gire.

¿Nos implicamos?

Íñigo Vegas Ramiro

SOBRE EL AUTOR

Íñigo Vegas Ramiro

Doctor en Ingeniería Industrial 2009 por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Ingeniero Industrial 2000 por la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial y de Telecomunicaciones de Bilbao, perteneciente a la Universidad del País Vasco.

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Autor:Íñigo Vegas Ramiro
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